Último repaso antes de salir de casa: raqueta, agua, toalla....
-¿Has repasado ya la bolsa? ¿Lo tienes todo?
-Vamos! Así llegas a tiempo y te familiarizas con el club...
Nos gusta estar con tiempo en la pista, observar el ambiente, las caras de concentración de los jugadores que ya están en pista y el beso del papi o mami antes de calentar: tiene poderes y es mágico.
-¡Vamos que puedes! ¡Disfruta! ¡Y no pienses en ganar o perder! ¡Sólo disfruta!
Esta es la historia de miles de familias antes de un torneo. Desde benjamines a Juveniles... La mayoría son así. Cierto es que algunas presionan a sus hijos/as, cuestionan a los entrenadores/as, discuten las decisiones arbitrales... y sobre esto se escribe mucho y bien. No es este escrito para ellos.
Nosotros queremos hacer una lectura positiva de todas las otras familias, esas que hipotecan su tiempo libre, madrugan, pasan frío o calor mientras sus peques juegan. Que aplauden, apoyan con la mirada, consuelan cuando pierden, celebran cuando ganan... esas familias que se comen a besos a sus jugadores y que te guiñan un ojo cuando te ven en los partidos. Complicidad entrenador/familia.
Aunque a veces lo olvidemos, aún hay alguien más que se pone nervioso antes de que salgan a jugar, alguien que comparte su dolor cuando sus sueños se frustran o cuando el cuerpo se resiente. La figura paterna o materna que está ahí, que apoya y que ayuda es muy importante. Muchísimo. Porque si bien el mensaje negativo puede hundir a nuestros jugadores por muy bien que lo hagan, el positivo les refuerza, les da alas... y eso es insustituible.
Afortunadamente, la vida te enseña a apreciar estos detalles. Por eso es bueno fijarse en el brillo de los ojos, en la pasión con la que los padres hablan de sus hijos, sus puños apretados de la tensión, sus abrazos consoladores y sus miradas de apoyo. Ese nombre que repiten una y otra vez para alentar y apoyar acompañado de un Vamos! Píldoras de apoyo que no se compran en ninguna tienda.
A veces nunca sabremos hasta qué punto nuestros padres/madres se sacrificaron por nosotros, que solo lo comprendemos cuando lo vivimos en nuestra propia piel, cuando los papeles se intercambian y ya no somos los jugadores/as si no los padres y madres. En ese momento disfrutamos del deporte en todos los ámbitos.
Gracias a todos los padres y madres de deportistas que hacen que los éxitos sean más grandes y los fracasos menos importantes o dolorosos. Gracias por creer en el trabajo de los entrenadores/as, por traerlos cada día a entrenar, por renunciar a la comodidad del sofá y pasar horas en los entrenamientos y torneos. A todos ellos y ellas gracias.
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